El pico del iceberg
por Mary Sánchez – Pasión4Dogs
Cuando una persona te contacta porque su perro tiene algún tipo de problema, «su problema» lo es porque afecta directamente a la convivencia: el perro agrede a personas u otros animales; el perro ladra y, en consecuencia, molesta a los vecinos, el perro rompe cosas en la casa, se hace sus necesidades en casa, etc.
Hay muchos «domadores caninos» que te venden que te van a solucionar «tu problema» (que no el del perro) en cuestión de x días. A mí me duele el alma cada vez que veo anuncios en los que, por poner un ejemplo, venden collares de descargas para perros que ladran por ansiedad por separación.
Si algo bueno, entre otras mil cosas más, tienen los perros, es que son extremadamente sinceros, que hacen las cosas porque verdaderamente necesitan hacerlas, no para «vengarse de nosotros», ni para molestarnos ni nada por el estilo.
Otra de las cosas que solemos obviar es que son una especie distinta, con unas necesidades propias y que, a veces, hacen cosas que para ellos es lo más natural del mundo, pero que nuestra sociedad humana puede considerar inapropiado o molesto, como por ejemplo basurear o revolcarse en el bicho muerto más apestoso que encuentre por el camino.
Y, por último, olvidamos que son seres emocionales, no robots, y que su forma de reaccionar ante según qué estímulo dependerá mucho de cómo se encuentre en ese momento, tanto física como emocionalmente, del nivel de estrés que lleve arrastrando y de su capacidad para gestionar el mismo, de la circunstancias del entorno, etc.
Ante cualquier tipo de problema en la convivencia debemos hacer una evaluación del mismo de forma holística o integral y, según el caso, contar con la ayuda de un veterinario o veterinaria, para ver si hay subyacente algún problema orgánico (más aún si se trata de cambios repentinos). ¿Estamos con el mismo ánimo teniendo un dolor de muelas o de oído? Valorar el estado anímico del perro: Estresores en su día a día y capacidad de gestión, aprendizaje y recuperación, referentes de calma y seguridad, manipulaciones, forma de relacionarnos con él, tiempo y tipo de paseos, zonas, materiales que utilizamos, exigencias, qué y cómo come, cuánto, veces que orina, dónde y cómo duerme, su integración en el grupo familiar, tiempo y tipo de juegos o actividad física… Multitud de «cositas» que el propietario no se plantea y que dan mucha información del verdadero estado del perro. Y algo que no se suele tener en cuenta: en qué etapa de desarrollo está el perro, independientemente a su edad, y qué es capaz y qué no, de hacer.
También deciros que cada individuo y cada circunstancia son únicos e irrepetibles y que hay que abordar cada caso de forma personal, no hay un libro escrito de «si tu perro hace x, tú haz y», tal y como solemos encontrar en domadores de parque, vendedores de humo varios y grupitos de redes sociales.
En definitiva, no se trata de que el perro «deje de hacer» lo que sea que haga, sino valorar el «para qué» lo hace, y darle herramientas para que, o no necesite hacerlo, o, si es algo innato al comportamiento natural del perro, darle opciones a que pueda desarrollarlo de otra forma más adecuada a los ojos del humano si fuese realmente necesario modificarlo.
Volviendo al uso de collares de descargas para los ladridos por ansiedad por separación, deciros que, si realmente se trata de un caso de ansiedad por separación, el perro al quedarse solo entra en modo pánico, llama desesperadamente a alguien porque el estar solo le crea la sensación de que está en peligro de muerte… y usando el collar eléctrico, para “arreglarlo”, lo frío a descargas. Muy lógico todo. Cuando tenéis un bebé, o dejáis a un niño en el cole por primera vez y llore, ni se os pasa por la imaginación hacer lo mismo, pero claro, el ladrido del perro es «socialmente incorrecto». El miedo no se trabaja añadiendo más miedo, sino seguridad y confianza, ahí lo dejo.
¿Funcionan los métodos «de doma» aportando miedo para que «el perro deje de hacer x»? Posiblemente, por evitación. Pero, ¿A costa de qué? No hemos solucionado «ese» problema, lo hemos camuflado y empeorado, y saldrá por otro sitio. El perro probablemente lo somatizará, empezarán a aparecer problemas de salud…
Yo parto siempre de la premisa de que la gente suele querer a sus perros y lo último que querrían sería hacerles daño. Por desgracia, también encuentro gente que quiere convivir con el perro Disney que nunca jamás da problemas y, si los da, o lo solucionas YA (SU problema, no el del perro), o lo largan, porque su vida deja de ser lo «cómoda» que querían. Para estas personas existe una raza perfecta de animal de compañía, se llama ladrillo, ni sufre ni padece, y lo tienen de distintos colores y tamaños, a gusto del consumidor.