Compartimos hoy con quienes nos leeis habitualmente un gráfico que nos ha resultado muy interesante por su claridad y por la importancia del tema que aborda.
incansables repetimos que cuando un perro muerde, en un porcentaje elevadísimo de las veces, es porque no le hemos dejado otra opción. El comportamiento normal de un perro no ofrece como primera elección una respuesta como morder, ya que es una actuación que compromete su seguridad, su integridad y que, además, le va a requerir una inversión y gasto de energía y recursos muy elevada. Antes de ello el perro habrá realizado todo tipo de señales (o buena parte de ellas) para disuadirnos (a nosotros o a otro perro) y que dejemos de hacer lo que le está provocando estrés, miedo, frustración, dolor… Pero, si no somos capaces de observar estas señales de advertencia o las ignoramos (consciente o inconscientemente), no le dejaremos otra salida que ir subiendo en la denominada escalera de agresión, incrementando la intensidad de las señales empleadas o, desgraciadamente, desembocando en la temida mordida.
Hemos encontrado en redes sociales esta imagen que ilustra a la perfección el tema. Pertenece a una asociación británica de veterinarios expertos en pequeños animales. En ella podéis apreciar cómo hay señales de baja intensidad que son empleadas al principio (bostezar, lamerse el hocico, girar la cabeza, sentarse…) y van avanzando hasta las de alerta máxima que preceden a la mordida, como pueden ser gruñir, permanecer en actitud acechante…).
Por supuesto que hay situaciones y perros que merecerían un análisis más en profundidad, pero en la mayoría de los casos, observar y respetar estas señales, nos evitarán ser mordidos por perros conocidos o desconocidos.