Sobreviviendo a las fiestas
por Mary Sánchez – Pasión4Dogs
Seguramente más de una persona que ha decidido compartir su vida con algún animal se siente totalmente identificada con el título de este artículo. Así también se sentirán identificados los familiares de alguien incluido en el espectro autista, ancianos, personas con enfermedades mentales, personas altamente sensibles,… y, en general, a ver qué persona «normal» me dice que no le afecta el constante bombardeo de petardos. Yo soy bastante sensible a los sonidos y, aparte de que a mi oído humano les produce dolor, el sobresalto continuo de cada explosión que, por supuesto, no te esperas, eleva los niveles de estrés hasta tal punto que se desata en mí el modo “Terminator” y mi deseo es sacar un lanzallamas por la ventana y freírlos a todos y cada uno.
Si eso lo produce en mí, una humana perfectamente consciente de dónde vienen esos ruidos y sabiendo que no van a hacer peligrar mi vida, al menos de forma directa (porque el estrés «mata») y que tengo un oído, aunque sensible, unas 10 veces menos potente que un perro, imaginad lo que puede estar provocando en los animales.
Hay muchos adiestradores que te venden la moto de «desensibilizar» al perro y hay muchas cosas que podemos hacer para ayudarlos a pasar estas fiestas lo mejor posible pero, y perdonadme la expresión, ¿qué cojones voy a pretender desensibilizar a un animal si la primera que no los soporta soy yo? Le puedo ayudar a tener más seguridad, pero ¿puedo desensibilizarlos al dolor?, ¿se van a quedar tan panchos llevándose un susto detrás de otro? Evidentemente no. Sería interesante elaborar un estudio sobre las consecuencias fisiológicas de mantener a un animal expuesto a esto aunque «aparentemente» no le afecte. Tampoco es algo «previsible» para nada. Las tormentas las intuyen porque notan cambios atmosféricos. Esto es un estruendo que aparece de repente y la única pista con la que te puedes adelantar son las carreras y las risas del descerebrado de turno que te lo pone en la ventana y sale corriendo. Y el olor a pólvora posterior tampoco es que contribuya mucho a volver a la calma.
También es algo que depende de muchos factores, entre otros, de la edad del perro, de las razas, la sensibilidad del individuo, su capacidad de gestionar… Algunos perros parecerá que se quedan tan anchos y otros entrarán en pánico, sufrirán ataques, se quedarán paralizados o intentarán huir sean cuales sean las consecuencias…
Y si ya tenemos un concierto de petardos, donde aún no te has recuperado del susto del primero y ya te han tirado 4 más, pues ve sumando adrenalina y cortisol. Y si empiezan a tirar petardos el 20 de diciembre y el 8 de enero aún siguen dando por culo, como suele pasar aquí, te tienen que dar el título de «nervios de acero» por llegar ahí sin haber matado a nadie. Y encima pretendemos que a nuestros perros eso no les afecte.
Y esto hablando solo de los perros. Ahora decidme cómo se desensibiliza a una persona con problemas cardíacos, o a un niño autista, a un esquizofrénico, etc, etc. También afecta al resto de animales, pájaros, caballos, aves de corral… Y, para rematar la faena, aparte del ruido, también contaminan el medio ambiente. Vamos, toda una maravilla por un ratito de ¿diversión?
Hay veterinarios que aún a día de hoy siguen recetando acepromacina, un preanestésico que, en apariencia, calma. Lo que sucede es que el animal pierde su capacidad motora, pero es plenamente consciente de lo que está sucediendo. Imaginaos el miedo añadido de tener pánico a algo y ser incapaz de poder moverte.
También saldrá el cavernícola de turno defendiendo que es una tradición. Si de tradiciones se trata, para el 2021 podemos juntar a un grupo de cristianos y echarlos a los leones. También es tradición y mucho menos «ruidosa» y contaminante. ¡Señores, hay que avanzar!
Aquí la que escribe ya está harta de pasar las fiestas viendo cómo sufren personas y animales por culpa de una costumbre absurda que solo divierte a unos pocos y jode a bastantes más. En estos días abrir las redes sociales es dantesco: niños y ancianos con ataques de pánico, autolesionándose, algunos incluso fallecidos, familias buscando a sus animales, animales vagando perdidos, o peor aún, reventados en cualquier carretera o muertos por haber intentado escapar saltando desde un balcón o metiéndose por cualquier sitio… ¿De verdad esto os merece la pena?
Os dejo un enlace para que veáis los efectos de la pirotecnia en animales y me despido pidiéndole al 2020 que traiga un poco de cordura y de empatía, no ya con los animales, sino con los miembros de tu propia especie.
Informe técnico veterinario sobre los efectos de la pirotecnia en animales